¿En qué momento me creí el cuento de que ser buena era aguantar?
Que si me callaba, si entendía y me adaptaba, entonces las cosas iban a estar bien.
Me acostumbré a justificar lo que me dolía. Me decía a mí misma que estaba bien ser paciente y que estaba siendo comprensiva, pero en realidad era miedo a no ser suficiente.
Miedo a que me dejen.
Miedo a que, si me mostraba con todo lo que soy, no me quisieran.
Poner límites me sigue costando.
No porque no sepa qué está mal o qué me hace daño, sino porque decirlo en voz alta me activa algo más profundo: una sensación de peligro, de rechazo y culpa.
Como si al defenderme estuviera traicionando algo.
Sé que suena raro, pero la sensación es real.
Cuando lo miro con calma, veo que no se trata de una dificultad del presente: es una herida antigua.
Aprendí desde muy pequeña que estar en paz con los demás era más importante que estar en paz conmigo.
Que decir “no” era ser mala.
Que elegirme era egoísmo.
No fue culpa de nadie, fue mi manera de adaptarme.
Una estrategia silenciosa que mal aprendí y que durante muchos años me funcionó.
Lo cierto es que hoy, cada vez que intento poner un límite, lucho contra todo eso:
contra la niña que no quería incomodar y contra la mujer que aprendió a silenciarse para sostener relaciones frágiles e inestables.
Ahora estoy acá: aceptando, compartiendo y aprendiendo poco a poco a desaprender.
Aprendo a reconocer cuándo me estoy traicionando y a entender que volver a mí es urgente.
Aprendo a sostener mi voz, aunque eso implique el riesgo de no pertenecer.
Y a quedarme conmigo, incluso cuando eso signifique perder a otros.
Un fuerte abrazo para todos los que seguimos aprendiendo.
"volver a mi es urgente" que increible manera de representarlo, esa sensación de que uno corre con el tiempo cuando le cae la ficha, cuando comienza el despertar de lo que está adentro nuestro. Me encantó!
Voy a dejarte aquí un fragmento del libro Mujeres Que Corren Con Los Lobos de Clarissa Pinkola Estés, lo acabo de leer hace unos días y hace mucho sentido con lo que escribiste.
“[…] El cumplimiento de las exigencias ajenas da lugar a una terrible comprensión de la que todas las mujeres tienen que tomar nota.
La comprensión de que el hecho de ser nosotras mismas hace que muchos nos destierren y de que el hecho de acceder a las exigencias de los demás hace que nos desterremos de nosotras mismas.”